Transcurrido poco más de un año desde que se declarara la pandemia producida por el SARS-CoV-2, ya tenemos un balance global de su impacto. Aunque provisional aún, la catástrofe tiene dimensiones colosales. Baste señalar que, a fecha de hoy, la Covid-19 ha infectado a 125 millones de personas (3,3 millones en España) y ha causado casi 2 millones de fallecidos en el mundo (más de 75 mil en España). Algunos apuntan que la causa profunda, -a falta de otros culpables y descartadas las tesis conspiranoides-, está en la ‘devastación del mundo y la destrucción de la biodiversidad, la ruptura de los lazos que unen a la humanidad con la naturaleza, sin que se haya reparado en los riesgos’.
Aunque es muy difícil todavía abstraerse de esta mirada general penosa (‘Las cosas están mal y las personas estamos aún peor’, dice la periodista Lucía Méndez), resulta más reconfortante acercarnos a la visión del filósofo Francisco Jarauta, cuando resume que ‘hemos sido testigos de un cambio que ha situado el conocimiento científico en el centro de las exigencias de la salud y de la vida’. Y eso, a pesar de los pesares, es muy esperanzador y nos orienta inicialmente al optimismo. El comienzo de la vacunación masiva, aunque más lenta de lo esperado, representa un alivio y la ilusión de alcanzar la inmunidad con la aparición de nuevas vacunas en cantidad suficiente. Pero tendremos que convivir durante algún tiempo aún con la mascarilla, la distancia social y las restricciones. Tiempo, en el que todo indica que veremos cómo se aceleran tendencias que ya apuntaban, como una organización del trabajo distinta, el intenso empleo de las tecnologías de la información, la omnipresente conectividad y la transformación digital y el desarrollo hegemónico de novedosos sectores económicos. Este es el contexto incierto en el que tendremos que movernos en el corto plazo.
Hace un año comenzaba un verdadero calvario también para el sector del deporte y ya podemos echar una mirada retrospectiva para evaluar los daños globales producidos en él e identificar las lecciones que podemos extraer en prospectiva, para volver cuanto antes a la situación anterior al 14 marzo de 2020.
El estropicio causado en el deporte infantil, -o deporte en edad escolar-, podemos resumirlo diciendo que ha sido un curso y medio perdido, ya que ha estado suspendido mayoritariamente casi un año. Y, siendo optimistas, no parece que se recupere la normalidad en sus competiciones hasta septiembre, con el inicio del curso 2021/22. Deberemos centrarnos en hacer posible la vuelta plena del deporte escolar cuanto antes.
El deporte federado no ha tenido mejor suerte. Ha estado muy condicionado por las restricciones de movilidad y por las medidas higiénico-sanitarias generales y específicas antes, durante y después de los entrenamientos y las competiciones. El objetivo debe centrase en asegurar las condiciones necesarias para normalizar el funcionamiento del deporte federado y recuperar el muy dañado tejido asociativo de la mejor manera posible.
El deporte profesional, y el semiprofesional en muchos casos, tienen sus propias dinámicas y han podido funcionar, con muchas limitaciones, eso sí, casi con sus propias reglas. Lo más llamativo, y no de poca importancia, ha sido la ausencia de público en las gradas de los estadios y pabellones. Las consecuencias económicas han sido importantes, pero todo parece apuntar que tendrán capacidad autónoma suficiente para salir adelante ajustando sus voluminosas cuentas.
Dicho esto, pretendo centrar las reflexiones que siguen en el deporte para todas las personas, en el mundo del fitness, en el de los gimnasios. Y en las empresas que conforman la industria del deporte practicado en sus múltiples formas.
Los daños causados en el mundo del fitness
Si atendemos a las noticias publicadas en los medios de comunicación del sector, tales como revistas profesionales, declaraciones de operadores o de fuentes semejantes, ya se pueden ver algunos impactos. Así, los ingresos en 2020 de la industria de los gimnasios en EEUU cayeron un 42,8%, pasando de una facturación récord de 35 mil millones de dólares en 2019, a 20 mil millones en 2020. Han cerrado casi el 15% de los gimnasios, sobre todo, aquellos más informales o poco profesionalizados y otros más que van a desaparecer. Pero también ocho grandes operadores han quebrado. Esta situación ha dejado en el paro a casi 1,5 millones de personas. Esta radiografía americana no es muy distinta de la europea: las principales cadenas han pasado de una facturación cercana a los 30 mil millones de €uros a menos de 20 mil, y algunas consultorías estiman la pérdida media de todos los operadores en el 53% y entre 135 -150 mil empleos. Se descuelga de estos datos Alemania, de quien se avanza una bajada de su facturación de solo el 25% posiblemente por razones de su sistema de tarifas. Y en España (5º mercado europeo por detrás del Reino Unido, Alemania, Francia e Italia) existe la opinión generalizada en el sector de que la Covid-19 se ha llevado por delante, como poco, la mitad del negocio: de unos 2.350 millones € a facturar en 2020 unos 1.150 M€. Y la pérdida de empleo, sobre un total de unas 215 mil personas, aunque muy significativo, apenas ha aflorado por la prolongación de los ERTE. Oportunidad para los supervivientes, podrán decir algunos.
En este contexto de enormes dificultades, los operadores del sector se han quejado, con razón, de los cierres de los centros deportivos decretados de manera desigual por los gobiernos autónomos. Y, también, por la mayoría de los gobiernos de continente, donde a finales de este mes de febrero los gimnasios continuaban cerrados en veinte países europeos. Y ello, a pesar de las medidas de seguridad adoptadas y las evidencias científicas del escaso riesgo de infección que se ha dado en ellos. Y a pesar de que en algunos parlamentos se han aprobado proposiciones no de ley declarando la esencialidad de la actividad física, el ejercicio y el deporte. A pesar de que se ha impulsado una importante corriente de opinión pública por diversos agentes (COLEF, FEDNEI, FAGDE, …) que ha tenido una significativa repercusión en los medios de comunicación, incluso en prime time televisivo, que afirma que el deporte es parte indispensable de la solución.
Asimismo, el sector del fitness en España se queja, igualmente con razón, de que las ayudas económicas ni siquiera se anuncian, los reequilibrios económicos-financieros no se concretan y las indemnizaciones por los servicios no prestados en los contratos públicos no se materializan. Es urgente sentar a las partes interesadas, a las empresas y a las administraciones, y evaluar los daños, debatir las cantidades y consensuar unas normas y unos procedimientos sensatos que eviten la judicialización eterna de los problemas: más vale un mal arreglo (a tiempo) que un buen pleito, dice el sabio dicho popular.
Y del futuro, ¿qué?
Estamos saliendo del túnel, esto no se puede negar. Aunque no sabíamos que el túnel era tan largo y tan oscuro, que nos íbamos a dejar tanto en el camino y que un año después aún desconocemos a dónde saldremos. Pero tendremos que prepararnos para afrontar el reto que se nos presenta con las capacidades y las destrezas que nos caracterizan como agentes del deporte.
El reto está en conseguir recuperar la inscripción y la actividad de marzo 2020, de manera acelerada en una primera etapa. Es muy probable que en esta etapa los esfuerzos más importantes tengan que ir dirigidos a ganar la confianza de las personas usuarias. Primero, agradeciendo y reforzando la complicidad con aquellos que no nos han abandonado ni en los tiempos de mayores restricciones e incomodidades. Son los harduser, son los que están, siempre están. Sin embargo, otras muchas personas usuarias nos han abandonado, al menos temporalmente. Son aquellos, más temerosos, con los que el vínculo no era tan fuerte, o no era tan fuerte su compromiso: son los softuser. Cómo atraerles es una tarea inmediata para emprender a través de una comunicación intensiva, que genere confianza, que haga tangible, aún más, la seguridad de las instalaciones y los equipos. Para ello, quizá sea preciso, también retoques en el modelo de negocio, en las formas de prestar los servicios y centrarse ahora sobre todo en lo esencial: el deporte como determinante de la salud. No perderle, aún no, el respeto a la Covid-19, con actividades al aire libre o en espacios amplios y bien ventilados, grupos de actividades colectivas más reducidos, una atención profesional más personalizada, más evaluación y control del ejercicio de cada persona, facilitar resultados de los beneficios y las mejoras, … Las personas empleadas en los centros deportivos son más importantes que la tecnología, y han adquirido mayor centralidad e importancia. Son ellas, sobre todo ellas, las que sacarán el negocio adelante y las que lo harán crecer.
Pudiera ser oportuno también, en algunos casos al menos, un cambio en la estrategia comercial que remueva, aunque sea temporalmente, las barreras de entrada (máximo fraccionamiento del pago de cuotas) y se eliminen las de salida (dejar la puerta abierta). Quizá esto permita recuperar la cartera de negocio, incluso, si es preciso, incrementar un poco los precios para reequilibrar las cuentas tan dañadas por la minoración temporal de abonados entorno al 40%.
Es razonable pensar que, aunque nada vuelva a ser como antes, este sector tiene mucha fortaleza y un enorme y creciente atractivo. ¿Por qué? Son varias las razones, y entre otras, podemos señalar las siguientes.
Porque más del 50% de la población es inactiva físicamente. Una parte de ella, en este tiempo de pandemia se ha concienciado de que la falta de movimiento no le conviene. La práctica deportiva ha ganado relevancia social con la Conid-19. Muchas personas se han dado cuenta de que cuanta más actividad física practique, mejor será su salud. Y las instituciones y los agentes del sector se lo deben poner muy fácil para que se incorporen y se activen de una u otra forma. Nuestra sociedad no puede permanecer impasible a que solo una minoría de la población haga ejercicio con frecuencia, intensidad y volumen suficientes para obtener beneficios en su calidad de vida, se mire por donde se mire. Porque el ejercicio físico regular tiene un impacto general en la salud más eficiente que cualquier otra estrategia preventiva.
Hay futuro porque ya están desembarcado importantísimos fondos de inversión internacionales, que han puesto los ojos en las empresas españolas de fitness por su saber hacer. Y es que son buenos operadores. Esta circunstancia debe dar confianza a los agentes que ya disponen de un modelo de negocio que da mucho valor, muchísimo producto y un servicio de mucha calidad a las personas usuarias, por poco dinero a cambio. Modelo que admite la más rigurosa comparación con cualquier otro modelo de cualquier país europeo. Y hay margen para el ajuste y la mejora. Tenemos razones para ser optimistas.
Las administraciones públicas, por su parte, tienen que despejar las dudas aún existentes sobre la conveniencia de la colaboración público-privada para promover e impulsar un modelo deportivo escalable y sostenible, en el que la mayoría de la población encuentre fácilmente la oportunidad adecuada y atractiva para activarse. Tienen que propiciar ayudas directas al sector, una financiación barata y un rápido y ágil acceso a los fondos europeos. Y, aunque son tiempos muy difíciles también para todas ellas, se debe plantear muy seriamente un mejor tratamiento fiscal de la práctica deportiva. Con la reducción del IVA o con otros mecanismos que corrijan este despropósito. Porque si nos creemos, como dice Europa, que el deporte es determinante para la salud en la sociedad moderna y si es imprescindible promocionar una vida saludable para conseguir una salud pública sostenible, cada país debería invertir más en su sistema de salud pública del que el deporte forma parte ineludible. Los beneficios del deporte son una evidencia científica incuestionable. Y, como decía el filósofo, situemos el conocimiento científico en el centro de las exigencias de la salud y de la vida.
Después de la tempestad llegará la calma. Hay margen para el optimismo en la industria del deporte, ¡claro que sí!